jueves, 27 de noviembre de 2008

1.1.- Introducción a la ética y los valores


1.1.1.- Carácter histórico de la ética.


Al preguntarse ¿qué es lo bueno?, la ética nos ofrece diversas respuestas generando varias teorías éticas como el eudomonismo, el hedonismo o el utilitarismo. Esta variedad de respuestas nos permite explicar que una de las características de la ética es su carácter histórico que nos invita a reflexionar sobre las diversas posturas que los filósofos han adoptado frente al fenómeno moral, frente a la vida moral que se expresa en principios, valores, normas o códigos que se manifiestan a lo largo de la historia postulando un ideal o modelo de vida buena. El carácter histórico de la ética nos permite percatarnos de su carácter concreto y eminentemente humano, lo cual significa que la ética no carece de lugar o de espacio, que no está fuera de un horizonte temporal y que mantiene una relación indisoluble con su situación histórica manteniendo raíces con las sociedades humanas y, en fin, con la realidad concreta del ser humano, su creador.


Moral y códigos morales

Como ya hemos señalado, el objeto de estudio de la ética es la moral, una actividad bien diferenciada que los humanos hemos practicado a través de la historia y que nos revela como entes eminentemente humanos ya que es específica, exclusiva de nosotros al igual que otras actividades como el arte, la ciencia, la religión, actividades que nos permiten transformar la naturaleza y la sociedad. Ahora bien, la moral (del latín mores) significa originalmente costumbre y en este sentido concuerda con la raíz griega ethos, de donde proviene ética. Por tanto, la moral representa un marco normativo básico para la existencia humana ya que permite la armonía y convivencia entre los seres humanos.
En un sentido general, la moral comprende un complejo de reglas de acción y de formas de vida que engloban, como dice Nietzsche, “la educación y la higiene, el matrimonio, la medicina, la agricultura, la guerra, la palabra y el silencio, el comercio entre los hombres y con los dioses”.


En un concepto más estricto, la moral ha sido definida como: “un conjunto de normas, aceptadas libre y conscientemente, que regulan la conducta individual y social de los hombres”. En esta definición propuesta por el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez se distinguen rasgos muy importantes y esenciales de la moral, por ejemplo, la existencia de normas (aspectos o plano normativo), el requerimiento o exigencia de que estas normas o reglas de conducta sean aceptadas y realizadas por los seres humanos en una forma libre y consciente, lo cual le da a la moral su dimensión plenamente humana, así como el hecho de que la moral se da tanto en el ámbito individual (precisamente la libertad y conciencia moral de cada individuo o sujeto moral) como en el ámbito social, que indica la repercusión de nuestros actos, libres y responsables, en el resto de la sociedad. Además, en la misma definición apuntada, se advierten los dos planos que conforman la moral: el plano normativo, integrado por normas, imperativos y mandatos como: “debes ser justo”, “no debes mentir”, “debes respetar a tus padres”, “debes ser honesto y evitar la corrupción”, etc.; y por otro lado el plano fáctico, que se refiere a la conducta real y efectiva que se sigue en concordancia con esos imperativos o normas, que puede desembocar en un comportamiento moralmente y bueno o moralmente malo o negativo. Estos dos aspectos o planos de la moral están estrechamente interrelacionados dado que “lo normativo no se da al margen de lo fáctico (los hechos morales), sino que apunta a un comportamiento efectivo”, que, repetimos, puede ser tanto bueno como malo.
Aunque la moral es una constante en la historia de la humanidad, se ha presentado en diferentes modalidades dando lugar a diversos códigos morales que los pueblos y sociedades han propuesto para moralizar a los individuos, códigos que se han convertido en núcleos de estabilización que garantizan la vida humana con base en la confianza recíproca. Desde el punto de vista social sirven “para la integración y estabilidad de los sistemas sociales”, “constituyen el patrón de vida significativa, específico al grupo y a la cultura, que sirve a la auto expresión y realización del ser humano forjado a partir de las experiencias y las iniciativas creadoras y colectivas”.
A diferencia de otras normas, como los ordenamientos civiles y jurídicos, los códigos morales muchas veces no se manifiestan expresamente en códigos de leyes sistematizados y escritos, sino que son transmitidos por tradiciones, por la educación (en la familia, en las escuelas), por el ejemplo y por la imitación de unos seres hacia otros. Muchos de estos códigos son antiquísimos, tal es el caso del Código del Manú, de la cultura hindú, escrito hacia el año 200 a. c. según la leyenda, este código fue preescrito por Suayambú, regenerador de la humanidad después de un diluvio. Este salvador del mundo y primer rey de la India estableció leyes teocráticas y elaboró una cronología de la creación que él mismo había recibido de Brahma, creador del universo. Este antiguo código resume un conjunto de normas recomendadas para llevar una vida justa y alcanzar la felicidad.


Como podemos observar, algunos códigos morales están ligados a prescripciones teocráticas y religiosas. Tal es el caso de las tablas de la ley, que según otra leyenda, fueron reveladas a Moisés en el monte de Sinaí, los mandamientos de la ley de dios que todos conocemos y que contienen normas morales de incuestionable validez universal como: “no matar”, “no mentir” y “no cometer adulterio”. Otro ejemplo de código moral también muy antiguo es el que se desprende de la ética budista, la cual busca un camino iluminador que permita al hombre liberarse del dolor, de los deseos y de las varias ilusiones. Dicho código comprende cuatro verdades sagradas:


1. Toda vida está sometida a un constante dolor que supera tanto al placer que lo mejor sería no haber nacido.
2. El origen del dolor son las pasiones (el apetito de gozo, la voluntad de vivir).
3. La supresión de las pasiones nos libera de todo dolor.
4. El camino hacia la supresión del dolor es lo que se llama “sagrada óctuple senda”, la cual nos muestra cómo se libera el ser humano gradualmente mediante la autoeducación moral de todos los deseos e ilusiones: recta inteligencia, recta intención, recto discurso, recto obrar, vida recta, recto esfuerzo (como vigilancia espiritual permanente, recto pensamiento y recta meditación).
Así muchas veces, religión y moral se entreemezclan para proponer el camino hacia una vida nueva y excelsa, aunque hay otros casos en que los códigos son laicos y expresan la necesidad de observar una moral con vistas al bien individual y social. Por ejemplo, el código moral de la sociedad moderna, al margen de intereses religiosos y teológicos y en consonancia con el sistema económico-social del cual es expresión, contiene en forma implícita, imperativos morales que persiguen el interés individual y social, la apreciación de la laboriosidad, del trabajo, de la honradez, del ahorro, de la puntualidad y del amor a la patria.
La existencia de diversos códigos morales nos revela que la moral es un hecho histórico y cultural. Los códigos de conducta se suceden en la historia a través de sus etapas: la antigüedad, la edad media y la época moderna. El carácter histórico de la moral obedece a que el hombre mismo posee una naturaleza histórica que le permite hacerse, auto producirse constantemente en lo material y en lo práctico, así como en su vida espiritual.


1.1.2.- Ética, valores y virtudes

La reflexión ética busca orientar al hombre en aquello que le permite actuar “mejor”. Se basa entonces en unos criterios generales del bien a los que el ser humano ha atendido a lo largo de la historia y puede atender en el presente. Estos criterios son los valores que la humanidad ha perseguido y que han guiado muchas de sus luchas y revoluciones: la libertad, la autonomía, la igualdad, la justicia, la tolerancia, la solidaridad, el amor a los otros y a sí mismo, la valentía o la paz. Los valores son ideales por cumplir, siempre están más allá de las situaciones concretas, pues nunca es posible decir que hemos realizado la justicia o la paz totales; en ese caso, viviríamos en un mundo perfecto, lo cual no ocurre.
Nuestra realidad es imperfecta, por que nosotros mismos lo somos y por ello tenemos que esforzarnos de forma permanente por acercarnos a los valores e intentar hacerlos reales.
La realización concreta de estos valores y su práctica continuada es lo que se llama virtud. En un sentido, valores y virtudes son lo mismo, son los nombres de aquello que los humanos creemos que nos hace mejores y en los que ciframos nuestro “bien”. Pero el valor expresa el ideal regulador que deseamos alcanzar, mientras que la virtud expresa la incorporación del valor a los propios actos, el esfuerzo por darles realidad concreta en la propia persona y en la sociedad. La palabra virtud viene del latín: virtus y significa “excelencia”: la realización suprema del “bien”. Así, un hombre o mujer virtuosos son los que buscan ser hombre o mujer de la mejor forma posible.


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